Tentarse, al pasar, con un alfajor o un chocolate, acceder al pedido goloso de un niño, calmar la sed con un gaseosa o cargar la Sube y el celular, son diversos motivos para detenerse en un quiosco y seguir nuestro camino. En el último año ha crecido la cantidad de este tipo de negocios.

Aunque no hay cifras oficiales, los comerciantes advierten un incremento en la cantidad de locales que se dedican a esto. 

En un año de recesión en el que las cifras sobre ventas minoristas mostraron una baja en el consumo de golosinas y bebidas, el dato llama la atención y hay quienes vinculan el fenómeno a la necesidad de generarse una fuente de trabajo -con unos pesos en el bolsillo- se quedaron sin empleo y deciden invertir. 

Esto ya lo vimos en los '90, cuando con muchas de las indemnizaciones de las privatizadas se abría un quiosco. El fenómeno se da desde dos frentes. Por un lado, en los barrios, aparecen pequeños negocios (algunos en las casas) que ofrecen pocos productos y que, luego y con suerte, amplían el surtido hacia el sector almacenero. 

Por el otro, se observa que -donde antes había otro tipo de negocios- ahora se instalaron quioscos; algunos de ellos con buen volumen de mercadería y otros hasta con mesas en la calle que suman una atracción más y suelen funcionar como económicos “affter office”. Hemos notado que muchos locales que se han desocupado, han sido ocupados con un quiosco.

Competencia y rentabilidad

Un quiosco familiar en un barrio tiene como una de las claves para sobrevivir el ser atendido por sus propios dueños y durante más de 12 horas diarias de lunes a lunes. Es que, más allá de que en los barrios se pueda fidelizar cierta clientela, lo cierto es que el quiosco es un negocio que funciona por impulso, tentaciones o necesidades de último momento. Así, el margen de horario y la ubicación son puntos cruciales para su buen desarrollo.

En los barrios, muchos de los “nuevos” quioscos abren en los hogares. Es un fenómeno común que cuando la economía empeora, las familias buscan sumar un ingreso. Este tipo de comercios suele agregar, muchas veces “a demanda”, panificados y fiambres; entre otros productos de almacén. 

“Uno tiene que salvarse”, en un 2017 recesivo- más de un quiosquero financió las meriendas de los chicos en la escuelas con el tradicional fiado que retornó a la fuerza por la baja en el poder adquisitivo del salario. 

La inflación y los sueldos atrasados parecen haber impactado este año en los precios de golosinas y negocios y en la sensación de que éstas se han vuelto caras.

Es difícil, en general, determinar una compra promedio para este tipo de negocios pero casi nunca es menor a $ 10 o $ 15 y -más allá de la actual situación de baja- los kiosqueros aseguran que las rentabilidades no son grandes. Esto, debido a que se venden productos de poco valor.

El 50% de las ventas se va entre cigarrillos y carga virtual que tienen un margen de entre el 3% y el 7%, por lo que la rentabilidad final -con empleados en blanco- está en el orden del 12% y el 15%.

Son negocios en los que hay que ser muy minucioso a la hora de administrar.

Como en todos los rubros, para los negocios chicos es difícil competir con los grandes que, al manejar otros volúmenes, tienen mejores posibilidades de precios y financiación.